Pese a que los indicadores sociales, políticos, económicos y humanitarios son más críticos que hace cinco años, los factores que adversan a Nicolás Maduro están atomizados en varias vías que buscan una solución
Odell López Escote
Un centenar de acontecimientos políticos, económicos y sociales separa a Venezuela de la que fue en 2015. Ese año, la crítica situación del país generó una alianza entre los diferentes factores opositores frente a las elecciones parlamentarias, entonces, ¿por qué es tan cuesta arriba hacer política en coalición en 2020, un año que, según estudios estadísticos, está peor que hace cinco años?
En septiembre de 2020 la oposición se divide en tres grandes grupos: la Presidencia interina encargada a Juan Guaidó con la Asamblea Nacional y la comunidad internacional a su costado; Henrique Capriles Radonski con su propuesta de exigir de no abandonar el terreno electoral, pero exigiendo que se postergue los comicios por la pandemia, y María Corina Machado, quien insiste en la necesidad de la ayuda extranjera para salir de Nicolás Maduro.
El 23 de enero de 2015 todos estos actores estaban en otro escenario: la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), donde se selló un pacto de lucha política, inspirados en la crisis que atravesaba el país.
“Hoy también nos une el descontento: en el barrio y en la urbanización, en los sectores populares y en la clase media (…) A pesar de haber manejado más dinero y poder que ningún otro gobierno en nuestra historia, hoy Venezuela es un país sin alimentos en sus abastos, sin medicinas en sus farmacias, sin seguridad en sus calles y sin vergüenza en sus gobernantes (…) ¡Esto no puede continuar!”, rezaba el acuerdo firmado por los grandes partidos: Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo, los partidos minoritarios y algunos independientes como Vente Venezuela, todos bajo la conducción de Jesús “Chúo” Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD.
Torrealba cree que la institucionalidad que se logró en ese entonces fue extinguida durante los últimos cinco años debido a una política de ensayo y error que ha dejado a una oposición cuyos pedazos son difíciles de ensamblar.
“Lo que pasa hoy es que quienes tienen el control y la iniciativa política imponen su voluntad al resto de los factores”, sentenció. Pero como dato más revelador, el exsecretario de la extinta MUD también cree que la diversidad de puntos en la comunidad internacional, que respalda a la oposición desde hace dos años, ejerce una presión importante dentro de las corrientes opositoras.
La crisis se quedó
Si a las bases del pacto opositor de 2015 le cambian la fecha y le actualizan los números de la situación país podría seguir tan vigente como hace cinco años: en agosto de 2020, el Foro Penal Venezolano contabilizó cerca de 386 presos de conciencia, 389% más que en 2015.
En 2015, 90% de los venezolanos admitía que debía hacer colas interminables para abastecerse de productos básicos y de limpieza, la escasez en cifras del Banco Central de Venezuela se ubicaba sobre 30%, aunque firmas privadas la situaban muy por encima de ese rango, y la inflación debutó con tres cifras: 141%.
En 2020 las colas se acabaron, hay abastecimiento, pero la mayoría de los venezolanos no puede acceder a los productos de la canasta básica con el sueldo mínimo de unos 2 dólares mensuales, aproximadamente; la dolarización se instaló extraoficialmente y los CLAP se han utilizado como elemento de control social.
Los estudios de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) reflejaron en 2015 que 48.8% de los hogares venezolanos era pobre en extremo. La cifra en 2020 se montó en 79.3%, unos 30,5 puntos por encima.
En términos sanitarios, Médicos Unidos por la Salud hablaba hace cinco años de que 44% de los quirófanos no funcionaba y 94% de los laboratorios no tenía suficientes insumos para trabajar.
La encuesta nacional del sector salud de este año reveló que este 2020, 57,14% del área no tiene guantes, 61,9% no tiene tapabocas y 76,19% no tiene ni siquiera jabón para hacerle frente a la pandemia del COVID-19.
Pese a estos indicadores de la crisis y el objetivo común de los actores de la oposición de lograr cambios en lo político, económico, social y hasta humanitario en el país, Torrealba cree que falta alguien que se ponga al frente con una estrategia eficaz previamente consultada con los sectores, no solo políticos, y que dé paso a un plan de gobierno ampliamente consensuado.
El dirigente reprocha la falta de continuidad y sustitución del proyecto político de 2015, que planteaba el punto de partida para la solución de los problemas de aquel momento y que en este persisten. Sin eso es aún más difícil armar un rompecabezas de fuerzas políticas que reme en un mismo sentido, consideró.
El pasado haciendo peso
Esa política de ensayo y error de la que habla Torrealba, que a su juicio destruyó la institucionalidad de la MUD, complica el restablecimiento de la unidad monolítica que existía en 2015.
En ese momento la fractura interna que generó la represión contra La Salida, promovida por Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, conllevó a un proceso de recomposición que terminó en el triunfo amalgamado de 2015.
Lo que hoy día hay, en palabras de Torrealba, es una seguidilla de eventos que exterminó el trabajo en conjunto que se venía haciendo para dar paso a propuestas que priorizaban el personalismo político, como fueron las protestas de 2017, en la que Voluntad Popular arrastró a Capriles al ala más radical para promover “La Salida II”, lo que dejó a los partidos Acción Democrática y/o Un Nuevo Tiempo mirando los toros desde la barrera al no estar convencidos de la efectividad de las protestas para salir de Nicolás Maduro.
Otro elemento a tomar en cuenta fue el descontento interno que, según Torrealba, se generó tras la decisión del G4 de abstenerse en los comicios de 2018, cuando Nicolás Maduro fue reelecto en condiciones cuestionables, según organismos internacionales, y desconocido por al menos 50 países.
El exsecretario añade que la proclamación de Guaidó como Presidente interino ocurrió de manera inconsulta y también generó diferencias, así como la rebelión promovida el 30 de abril de 2019, cuando se vio a Leopoldo López fuera de la casa por cárcel junto a Guaidó, en los alrededores de La Carlota.
La participación política que pudiera tener el Departamento de Estado de Estados Unidos en algunas estrategias internas, por medio de los representantes del gobierno interino en Washington, también impide que haya maniobras unificadas y eficaces. “En 2015 la oposición tenía mejor táctica y estrategia. Las decisiones se tomaban en el país, en consulta con múltiples actores. Eso no pasa ahorita”, aseguró.
Todas estas rencillas ocurridas en medio del devenir político venezolano dificultan el terreno del consenso que permitió a la oposición tener una abrumadora mayoría en la AN desde hace cinco años porque, además, debido a las estrategias fallidas, cada uno de los factores quiere imponer su verdad, explica Torrealba.
Unidos, pero separados
El politólogo y director de ORC Consultores, Oswaldo Ramírez, cree que, aunque hay al menos dos rutas políticas sobre la mesa, no se debe afirmar que no hay unidad en el seno de la coalición opositora.
Según su análisis, la oposición “ha seguido creciendo alrededor del liderazgo de Guaidó, quien ha propuesto una ruta unitaria en la que 37 organizaciones políticas y 105 entre sociedad civil y gremios lo respaldan como una figura legítima”.
Ramírez coincide con Torrealba: que haya dos propuestas, casi antagónicas, obedece a la búsqueda de liderazgo por determinados sectores que no se limitan a Capriles, sino que van más allá con actores como los de la Mesa de Diálogo Nacional e inclusive Henri Falcón.
“No es la primera vez. Se vio en 2014, 2015, 2017 y parcialmente en 2019, lo que pasa es que no hubo forma de gritar a los cuatro vientos que no estaban de acuerdo con alguna ruta propuesta”, recuerda.
En contraste, Carmen Beatriz Fernández, analista política y profesora de la Universidad de Navarra, en España, en conversación con el #GuachimánElectoral, señaló que la postura del Departamento de Estado de Estados Unidos, la Unión Europea y El Vaticano ha sido clave para determinar los divorcios públicos de la oposición.
En la perspectiva de algunos factores conservadores como Capriles es impensable prorrogar el interinato de Guaidó después del 5 de enero de 2021, porque se estaría violando la Constitución. Esta transgresión de forma y de fondo, además, podría restarle apoyo de algunos de los 60 gobiernos del mundo que respaldan al presidente de la Asamblea Nacional.
Previendo este escenario, entra al ruedo Capriles y su propuesta de presionar al madurismo para que se produzcan mejores condiciones y que se postergue, al menos seis meses, la elección por la pandemia. En criterio de Fernández, podría haber sido previamente fraguada con dos piezas fundamentales de la comunidad internacional: Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y El Vaticano.
De ser así, tal como ocurre en el patio interno, Venezuela estaría al frente de dos ofertas distintas de la comunidad internacional para salir o afrontar la administración madurista: la del viejo continente y su postura electoralista encabezada por Capriles y la de Estados Unidos que, además de respaldar la hoja de ruta de Guaidó, presiona sobre los jerarcas de Maduro con sanciones.
La profesora universitaria expresa que la postura de los europeos responde al peligro que representa Maduro para los valores democráticos de Occidente. “Si al final Maduro gana, la puñalada no solo se le estaba dando a Venezuela sino a la visión occidental de la democracia”, sentenció.
Los días seis
Tan relevante como el 6 de diciembre, el día pautado para las parlamentarias, es el 6 de enero de 2021, el día después de que se instale la nueva Asamblea Nacional. Según Torrealba representa una reconfiguración del poder e inclusive el resultado de la política y error de todos estos años.
“Toda la clase política venezolana tiene que sentarse a ver su obra, Venezuela es hoy el último país de la región, el más pobre de Latinoamérica. La culpa es de Chávez y Maduro, pero la responsabilidad de articular una alternativa es de la oposición, que cada vez que ha tenido una oportunidad en las manos se las ha ingeniado para destruirla”, resaltó.
El exsecretario asegura que la falta de unidad podría pasar factura en términos de preferencia política o electoral. Para ejemplificarlo, se refirió al estudio de la encuestadora Delphos de la primera semana de agosto: la mitad de los encuestados consideró que la oposición es débil como coalición política. El estudio también reveló que 7 de cada 10 venezolanos cree que la otrora unidad está más desunida que antes.
Sin embargo, el entrevistado hizo la salvedad, “aunque la gestión de Guaidó se ha venido a menos, es mucho más grande el país que rechaza a Maduro, que a la oposición partidista.